Documentació Metròpoli Cohesionada
Papers i lectures de referència.
- Missatges institucionals
- Paper 1. Habitatge
- Paper 2. Aigua i energia com a drets bàsics
- Paper 3. Garantia de rendes
- Paper 4. Accessibilitat al territori
- Paper 5. Integració social i urbanística de barris
- Paper 6. Distribució d'equipaments
- Paper 7. Participació i xarxes comunitàries
- Paper 8. Migració i cohesió social
- Paper 9. Treball de cures
Paper 5. Integració social i urbanística de barris
Metrópoli cohesionda para el 2030
Autoria: Maria Buhigas, Directora de Urban Facts.
Data: 25/04/2021
Resumen: La región metropolitana de Barcelona no vive al margen del fenómeno de la rápida urbanización que está teniendo lugar a escala planetaria. La diversidad de la sociedad no sólo se fundamenta en el lugar de origen, sino en las condiciones de vida en el lugar de destino: la“ciudad de llegada”. Esa ciudad más o menos invisible de los ilegítimos, de la inmigración, de la micro-criminalidad, de la prostitución obvia u oculta, de la drogodependencia. La cohesión de la metrópolis del 2030 nos la jugamos en esa realidad paralela que se funde con la ciudad preexistente. No hay una solución fácil a los retos planteados. Urge huir del urbanismo ingenuo y apostar por aquel que innova en las maneras de hacer, en las preguntas formuladas, en las formas urbanas desde un conocimiento permanentemente actualizado y crítico, de la realidad urbana, de sus matices, como revulsivo a las respuestas programadas y a la presión de la globalización abusiva. Un Urbanismo que calibra correctamente la ambición, de la mirada larga y el vuelo alto, con las dosis necesarias de pragmatismo para poder llevar adelante con éxito los proyectos que nos propongamos y abordar los retos a los que nos enfrentamos.
Antecedente 1. El contexto global urbano
“El mundo se está urbanizando cada vez más. Desde el año 2007, más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y se prevé que esta proporción aumente al 60% para 2030. Las ciudades y las áreas metropolitanas son los motores de crecimiento económico y contribuyen con aproximadamente el 60% del PIB mundial. Sin embargo, también son responsables del 70% de las emisiones mundiales de CO2 y de más del 60% del consumo de los recursos. La rápida urbanización que está teniendo lugar a escala mundial conlleva una cantidad creciente de habitantes de barrios marginales, con infraestructuras y servicios inadecuados y sobrecargados, lo que empeora la contaminación atmosférica y genera una expansión urbana no planificada. Para responder a estos desafíos, 150 países han elaborado planes urbanos nacionales, de los cuales casi la mitad se encuentran en la fase de ejecución. Garantizar que estos planes se ejecuten correctamente ayudará a las ciudades a crecer de manera más sostenible e inclusiva”.
El Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11[1], de Ciudades y comunidades sostenibles, marca el 2030 como fecha límite para lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Una meta que se intuye mayúscula, incluso inalcanzable, si tenemos en cuenta que 1 de cada 4 habitantes urbanos del mundo vive en condiciones de precariedad y de informalidad, y que contamos con menos de una década para corregir la tendencia.
Nos podría parecer que este proceso de rápida urbanización nos queda muy alejado de nuestra realidad metropolitana, y nos estaríamos equivocando. Estos últimos años hemos podido constatar cómo cualquier evento, por pequeño que pudiera parecer, tiene repercusiones globales: un desastre natural (la erupción de un volcán provoca el caos en el transporte aéreo con afectaciones globales), unos actos violentos (desde el 11S, la guerra de Irak y otras paralelas en Oriente Medio y África, atentados en Europa o los incidentes aparentemente más domésticos como el asesinato de George Floyd) o incluso incidentes de carácter más fortuito (como el carguero encallado en el Canal de Suez), tienen repercusiones a escala planetaria. Finalmente, y en sólo unos meses, con la irrupción del virus Covid19, la pandemia en la que todavía estamos inmersos ha supuesto un punto de inflexión, sin filtros, mostrando el grado de integración en el que vivimos y la alta vulnerabilidad a la que estamos expuestos.
De modo que, retomando el fenómeno de la rápida urbanización, si aceptamos integración y vulnerabilidad como inherentes a la contemporaneidad, debemos concluir que dicho fenómeno nos incumbe, nos interpela y nos afecta incluso en un contexto, como el de la región metropolitana de Barcelona, que, en términos generales, percibimos como formal (planificado) y ejemplar (referente para muchas ciudades del mundo).
Antecedente 2. Las dinámicas sociales – envejecimiento y migraciones
“Estamos en un momento decisivo que anuncia cambios subterráneos en la demografía de la ciudad (extensible al contexto metropolitano) que afectarán a su futuro”. Con esta contundente afirmación, Andreu Domingo (director del Centre d’Estudis Demogràfics), introducía hace ya 5 años una reflexión sobre Demografía e Innovación social[2]. Describía dos fenómenos excepcionales cómo protagonistas de los siguientes 15 años y que marcarán, por tanto, las características de la población metropolitana del 2030: la llegada a la edad de jubilación de los baby boomers, la llegada a la juventud de la generación del milenio, y en ambas generaciones una marcada diversidad. El planteamiento de Domingo aporta un matiz que me parece especialmente relevante para el debate sobre la Metrópolis cohesionada 2030: la mirada transversal que propone del fenómeno de la inmigración.
Antes de ahondar en esta cuestión, quisiera dejar, ni que sea apuntada, la consideración que hace respecto el cambio de perfil del jubilado baby-boomer, que abrirá un amplio campo de innovación y experimentación en ámbitos tan diversos como la vivienda, el consumo, la cultura, el ocio, los equipamientos o la participación activa en la sociedad. Dicho esto, y retomando la cuestión del fenómeno migratorio – transversal a toda la sociedad y que, por tanto, aportará matices de todo tipo tanto al grupo de población que se jubilará, como al que alcanzará la juventud – convendría “centrar la atención en las condiciones de las personas migrantes en los contextos (urbanos) de destino”, como lo plantea Andrea Staid en su libro Los condenados de la metrópolis. Una mirada a la que también se suma Doug Saunders en Ciudad de Llegada: la última migración y el mundo del futuro, que así mismo reclama la importancia de “dedicar más atención a dichos lugares, puesto que no son únicamente núcleos potenciales de conflictos y violencia, sino también los vecindarios donde tiene lugar la transición de la pobreza, donde se forjan las nuevas clases medias y donde se crean los sueños, los movimientos y el gobierno de las próximas generaciones”.
Vecindarios que conforman una de las dos realidades paralelas, que para Staid conforman nuestros entornos urbanos. “Es necesario indagar en la yuxtaposición de estos dos mundos o ciudades que coexisten, pero se ignoran, o más bien, se miran desde distancias insuperables a pesar de su proximidad: la ciudad legítima de los ciudadanos, de la opinión pública, de las empresas y asociaciones profesionales, de los partidos; y esa ciudad más o menos invisible de los ilegítimos, de la inmigración, de la micro-criminalidad, de la prostitución obvia u oculta, de la drogodependencia. Dos ciudades en una posición profundamente distinta y asimétrica”.
Antes de plantear el tercer y último antecedente, quisiera aclarar que estas dos realidades paralelas, “la ciudad legítima” y la “ciudad de los ilegítimos” (que intencionadamente no necesariamente es informal en conformación física), si bien pueden ser asimilable a situaciones de formalidad y de informalidad, ya no van a responder a patrones clásicos de centro y periferia, como nos advierte Domingo en su escrito. “En la mayoría de las urbes del siglo XXI, las bolsas de pobreza se reparten de manera desigual en el territorio – dando lugar al fenómeno descrito como “leopardización” de la pobreza” – como también lo hace la diversidad; y más aún la coincidencia entre pobreza y diversidad por origen puede compartir el mismo espacio urbano residencial con capas sociales no vulnerables”.
“Y es que la última lección de la ciudad de llegada, dice Saunders, es que no se añade simplemente a la periferia de la urbe, sino que se convierte en parte de ella. Para Staid, “la ciudad ilegítima es poseedora de una oferta de servicios[3] cuya clientela consiste mayoritariamente en miembros de la sociedad legítima”[4]. Reconocer esa dependencia mutua e integrar ambas realidades paralelas dependerá de nuestro nivel de compromiso, concluye Saunders y advierte que, “si esas familias (que harán parte de los baby-boomers y de los milenials) se ven expulsadas de la periferia o acorraladas en ella, si ven cómo se les niega la propiedad, la ciudadanía o un asidero en la gran urbe, se convertirán en una amenaza real” para la cohesión a la que se aspira.
Antecedentes 3. Urbanismo y planificación, instrumentos de reforma social
En los apartados anteriores, hemos podido constatar una realidad urbana que urge a modificar la manera de construir la ciudad, si queremos lograr una ciudad cohesionada. La ciudad cohesionada deberá ser sostenible y equitativa. Son muchos los esfuerzos y los recursos que se vierten en las ciudades y, sin embargo, muchas acciones quedan frustradas por lo que Banerjee y Duflo, en Repensar la Pobreza: una apuesta radical, denominan las tres “ies”: la ideología – prejuicios y mitos al uso en ciertas cuestiones –, la ignorancia – de las condiciones que operan sobre el terreno – y la inercia – que contamina demasiado a menudo las soluciones que se adoptan sobre los problemas. Superar las tres ies requiere de un ejercicio de crítica intelectual, guiado por el rigor y la construcción de evidencia; un ejercicio sin apriorismos, ni dogmatismos que nos conduciría a lo que Secchi denomina en su libro Primera Lección de Urbanismo, el “Urbanismo Ingenuo”. Una actitud que en sus palabras “tiene rostro del grupo local o de interés que representa sus propias preguntas en forma de respuestas físicamente determinadas”.
En la misma línea, Manuel de Solà-Morales, en la presentación del Máster de la Gran Escala, advertía de los peligros de una disciplina urbanística de mirada superficial y de poca altura: “una revisión histórica nos muestra como la disciplina urbanística (y por extensión la planificación urbanística) vive en buena parte, todavía, de las rentas pasadas que le dieron sus dos patrimonios ideológicos: el pensamiento utópico y la reforma social. Con el tiempo, la cualidad utópica de las propuestas urbanísticas ha ido perdiendo su energía intelectual. Y aquellos vagos principios de la ética social reformista pretendieron tomar fuerza de ley y precisión técnica, para convertirse en fórmulas estables por la cuantificación, el trámite, la norma y el diseño”. Una precisión técnica que, cada día, hace más difícil al plan urbanístico interpelar, modelar, proyectar, en definitiva, tratar con “la dispersión, fragmentación, heterogeneidad, temporalidad, hibridación de actividades, de objetos y sujetos que caracterizan los territorios y las ciudades contemporáneas”.
Es necesario revisar el ideario de la planificación urbanística, rescatarla de su condición de mero instrumento técnico y retornarla a la esfera pública, como resultado de la expresión de un proyecto colectivo, social y económico. El urbanismo sigue siendo útil para “reducir y limitar la desigualdad de las condiciones materiales, dice Secchi, pero la complejidad de la ciudad y la sociedad contemporánea demuestra la necesidad de un nuevo proyecto”. No se trataría de reinventar el urbanismo, ni la planificación, sino de recuperar la ética y pedir las cuentas claras, cuestión clave para sacar del oscurantismo todos los mundos de intereses particulares y no urbanísticos que envuelven y tantas veces ahogan a las ciudades. De restablecer la confianza en la capacidad de la planificación y la acción urbanísticas en resolver los conflictos entre intereses. Siendo, así mismo, honestos en reconocer que los procesos de urbanización, de la mano de la planificación urbanística, pueden crear las condiciones necesarias para que los objetivos marcados se hagan realidad, aunque puedan llegar a ser insuficientes. Una limitación, que Secchi reconoce, dado que “no todas las demandas expresadas por la sociedad deben y pueden encontrar respuesta en el plan urbano. La falta de políticas económicas y sociales también ha hecho que al plan se le formulen demandas a las cuales difícilmente podía, por su propia naturaleza, responder, lo que hizo que este se cargara de expectativas inevitablemente destinadas a ser decepcionantes”.
Recuperar el prestigio del urbanismo y su capacidad transformadora de la realidad física pasaría por superar los objetivos demasiado ambiciosos e identificar una tarea clara y concreta, por plantear y dar valor a la construcción de una estrategia, en palabras de Secchi, como “proyecto, dispositivo y conjunto de políticas destinadas a lograr situaciones futuras que todos puedan reconocer como mejores que las actuales y para la cuales valga la pena movilizar recursos humanos, físicos y monetarios”. Huir de recetas y cálculos para encontrar la formulación de la ciudad ideal, riesgo de los planteamientos del Smart City. Es un ejercicio en vano. Por el contrario, innovar en las maneras de hacer, en las preguntas formuladas, en las formas urbanas desde un conocimiento permanente actualizado y crítico de la realidad urbana, de sus matices, como revulsivo a las respuestas programadas y a la presión de la globalización abusiva.
“Dejar de fingir que hay alguna solución sencilla para los retos planteados y, en su lugar, podemos unirnos a los millones de personas bienintencionadas de todo el mundo – cargos electos y funcionarios, maestros y trabajadores de ONG, académicos y empresarios – en la búsqueda de muchas ideas, grandes y pequeñas, que nos llevarán a futuros mejores “.
Antecedente 4. La realidad urbana metropolitana
A menudo los debates y las reflexiones sobre un territorio corren el riesgo de plantearse como si de una hoja en blanco se tratara, con un margen de maniobra infinito para proponer, para corregir o ajustar, o incluso para “borrar”, decisiones anteriores. Pero, ni el territorio es una hoja en blanco, ni el margen de maniobra de que disponemos es infinito. Más que nunca, necesitamos agudizar al máximo todas nuestras capacidades colectivas para no errar el tiro. La pandemia nos traerá un escenario de crisis económica y social sin precedentes, de la cual todavía no podemos intuir la dimensión más allá de la punta del iceberg, en un contexto de abundancia de recursos económicos públicos, como pocas veces se habrá visto en la historia reciente de Europa. El único antecedente similar, en nuestro continente, es el Plan Marshall, un programa impulsado por el gobierno de los Estados Unidos para ayudar a la reconstrucción de los países europeos después de la Segunda Guerra mundial. Los Fondos Next Generation vienen con el doble de presupuesto. Un volumen de recursos económicos disponibles que no asegura el éxito de las acciones, ni tampoco que el impacto de las mismas logre dar respuesta a los retos planteados. La gestión de la expectativa será tan determinante como la capacidad de liderazgo y de gestión en la consecución de los objetivos que se planteen. En este sentido, en el ámbito metropolitano podemos identificar una serie de proyectos – tanto infraestructurales, como de desarrollo urbano – que nos pueden ayudar a calibrar correctamente la ambición, de la mirada larga y el vuelo alto, con las dosis necesarias de pragmatismo para poderlos llevar adelante con éxito.
En el terreno de las infraestructuras de transporte, la línea 9 de metro y los accesos viarios y ferroviarios del puerto son dos proyectos de características muy distintas, que aquí no pretendo comparar, pero que se plantearon como estratégicos. En el caso de la L9, estratégico para el futuro del conjunto del territorio metropolitano, siendo aprobado en el PD1 2001-2010. En el caso de los accesos portuarios, para la competitividad del puerto y de la economía catalana, y que quedaron recogidos en el Plan Delta de 1994, redactado el proyecto en 2007 y 13 años más tarde, se alcanza el acuerdo definitivo para su realización. Sirvan ambos casos para ilustrar que la importancia estratégica que los suscitó no ha podido evitar que hoy, 2021, no sean todavía una realidad completa y operativa en el territorio para el cual se suponían estratégicos.
En el terreno del desarrollo urbano, los ejemplos de Sagrera, Prat Nord, Centre Direccional de Cerdanyola (Parc de l’Alba) y Tres chimeneas de Sant Adrià nos aportan una casuística variada sobre la cual reflexionar. En los casos de Sagrera, Prat Nord y Cerdanyola, la dimensión de los ámbitos de planeamiento planteados – tanto por extensión, por volumen de construcción, como por lo que representa en cada uno de sus contextos territoriales de crecimiento de actividad económica y de población – los convierten en proyectos de muy largo recorrido. En el caso de Sagrera, si bien la estación entrará en funcionamiento antes del 2030, la ciudad a su alrededor tardará, seguramente, algunos años más en acabar de tomar forma. Una pieza de ciudad que albergará 25.000 nuevos habitantes y 30.000 puestos de trabajo. En el caso de Prat Nord, la situación es muy distinta al carecer todavía de plan urbanístico aprobado, pero también se trata de un ámbito que duplicará la realidad urbana del Prat de Llobregat. El caso de Centre Direccional de Cerdanyola ha sido objeto de causas judiciales y revisiones de planeamiento, que han alterado los ritmos de su ejecución. En las Tres chimeneas de Sant Adrià, el debate de su configuración futura ha llevado a esta pieza de ciudad a un languidecimiento de más de 12 años. Estos cuatro ejemplos, de un abanico mucho mayor de situaciones urbanas metropolitanas, nos arrojan reflexiones que deberían tenerse en cuenta. La construcción de nuevas piezas urbanas, sean éstas de nueva creación o de renovación, es un proceso lento y no exento de dificultades. Una constatación que no tiene que leerse como negativa, sin embargo, la rigidez y el exceso de detalle de la planificación, en operaciones de esta envergadura y con tiempos tan dilatados, si llegan a entorpecer respuestas ajustadas a la realidad del territorio y de la ciudad contemporánea. El coste de oportunidad de las dilaciones, de los debates eternos y de los infinitos cambios, que un exceso de rigidez en la formulación del planeamiento acaba generando, es una cuestión que debería ganar mayor protagonismo. El urbanismo y la planificación son útiles y seguirán siendo necesarios para mejorar las condiciones físicas de los entornos urbanos que habitamos, pero requieren cada vez más de una estrategia que los acompañe, que pueda guiar y orientar sus contenidos.
El equilibrio o la integración territorial que se pueda llevar a cabo antes del 2030 ya está en cualquiera de los planes aprobados o de las infraestructuras previstas en los planes sectoriales vigentes. El trabajo pendiente es el más difícil, y que demasiadas veces se ha evitado: la priorización. Un trabajo de selección y de rechazo entre todos los proyectos, en cartera. De manera quirúrgica y con una gran contundencia – compromiso, responsabilidad y recursos por parte de todos los ayuntamientos implicados – se deben identificar los puntos en los que intervenir, para romper esas realidades yuxtapuestas en las que habitamos – y no me refiero a generalizar el Pla de Barris – sino a una verdadera integración metropolitana que refuerce una respuesta unitaria a la pobreza, que equipare niveles de servicios y facilite el “libre movimiento de personas”, como si se planteara un espacio “Shengen” metropolitano. Acciones que refuercen la ciudad “de facto” y superen las discontinuidades de la ciudad “de iure”. Se podría empezar por crear un inventario metropolitano de todos los solares disponibles y edificables de propiedad municipal, de la Generalitat o del estado; se podría seguir con los edificios en desuso en los mismos términos. Nos sorprendería la cantidad de iniciativas que se podrían generar para ponerlos en marcha dando forma a la cohesión metropolitana.
[1] The Sustainable development goals report 2019. UN.
[2] “Barcelona 42”, Fundació Catalunya – Europa.
[3] Según Oxfam en su informe “Esenciales y Sin Derechos”, Catalunya cuenta con 83.258 trabajadoras del hogar según la EPA, el 65% de las cuales son de nacionalidad distinta a la española y 1 de cada 3 (según datos oficiales) vive por bajo el umbral de la pobreza.
[4] Cita de Alessandro Del Lago, Emilio Quadrelli, La città e le ombre. Crimini, criminali, Feltrinelli, Milano, (2003)
Referencias:
Repensar la pobreza. Un giro radical en la lucha contra la desigualdad global. Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo. TAURUS. 2012
Ciudad de llegada, La última migración y el mundo del futuro. Doug Saunders· DEBATE, febrero 2014
Primera lección de urbanismo. Bernardo Secchi. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2016.
Los condenados de la metrópolis, etnografía de los migrantes en los márgenes de la legalidad. Andrea Staid. Bellaterra Edicions 2021.
Nota. Les opinions expressades per l'autor/s són a títol personal i no necessàriament representen la visió del PEMB.